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LA FAMILIA EN EL ALTAR




APRENDIENDO A ORAR POR NUESTRO HIJOS
Siempre he orado por los amigos de mis hijos, y en su mayoría han sido estupendos. En ocasiones ellos han hecho amistades, de las cuales como madre he tenido reserva, no porque me disgustaran; en realidad, casi siempre me gustaron mucho. Lo que no me agradaba era el tipo de influencia que ellos ejercían sobre mis hijos, y lo que producía la combinación de esa amistad y mis hijos. La forma en que siempre manejé este asunto, era orando. Clamaba para que ese niño/a cambiara o que saliera de la vida de mi hijo/a. en varias ocasiones, el paso del tiempo reveló la exactitud de mis reservas. Los muchachos que me preocupaban resultaron ser muy problemáticos.
A menudo los padres tienen un presentimiento sobre las amistades de sus hijos. Cuando eso sucede, pídele a Dios el discernimiento inspirado por el Espíritu Santo y ora de acuerdo a ello.
Una de las veces que intercedí con más fervor sobre este asunto, surgió cuando me mudé de California a Tennessee. Nos mudamos justo cuando mi hijo iba a comenzar su último año de escuela superior y mi hija estaba comenzando su séptimo grado, los dos peores momentos para efectuar un cambio de colegio. Normalmente yo no hubiera deseado que mis hijos hubieran cambiado de escuela en esos momentos, pero mi esposo y yo sentimos la dirección clara del Señor para mudarnos. Debido a que yo sabía lo difícil que este tiempo sería para mis hijos, cada día de los meses antes y después antes de la mudanza yo oraba: “Señor, ayuda a mis hijos a tener amistades puras. Yo sé que nos trajiste aquí y no dejarás a mis hijos olvidados. Me preocupa que en su necesidad de aceptación, terminen con amistades cuyo nivel moral no sea como el Tuyo. Trae a sus vidas buenos modelos a imitar”.
Los primeros seis meses fueron momentos muy solitarios para mis hijos, y a menudo me quedaba despierta durante las noches orando a su favor. No había nada más que pudiera hacer. Yo no podía intervenir para que escogiera las amistades que realmente les convenía, como cuando eran más jóvenes. Pero haber podido hacerlo, mi trabajo nunca habría sido tan bueno como el de Dios en respuesta a mis oraciones. Con el tiempo llegaron personas a sus vidas algunas de ellas se han convertido en los mejores amigos que han tenido. Esto no es solo una coincidencia ni el final de un cuento de hadas. Es el resultado de la oración intercesora. Este es el resultado de clamar a Dios diciendo “Señor, ayuda a mis hijos a atraer amistades puras y buenos modelos que imitar”.
La Palabra de Dios nos instruye con claridad: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿y qué concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el creyente con el incrédulo? 2º Corintios 6:14-15.
Eso no significa que nuestros hijos no puedan tener nunca un amigo no creyente. Pero implica claramente que sus amigos más cercanos, aquellos con los que establecen fuertes lazos, deben ser creyentes. “¿Andarán dos juntos sino estuviesen de acuerdo? “ Amós 3:3.
No, no pueden. Eso significa que si ellos no están de acuerdo, alguien tiene que cambiar. Y es por eso que: “El justo sirve de guía a su prójimo; más el camino de los impíos les hace errar” Proverbios 12:26.
Si tu hijo no tiene amistades creyentes cercanas, comienza a orar ahora mismo con ese fin. Clama para que las amistades no creyentes reciban al Señor y para que las que sean creyentes fuertes vengan a sus vidas. Con mucha frecuencia, los padres se sienten incapaces de hacer algo acerca de la mala influencia de ciertas personas en las vidas de sus hijos. Pero no somos inútiles. Tenemos el poder de Dios y la verdad de Su Palabra respaldándonos. No permitas que alguien conduzca a tu hijo por un camino erróneo. Se plantea ampliamente en las Escrituras sobre la importancia de las compañías que tenemos, por lo que no debemos mantener una actitud pasiva con relación a ese tema.
Una de las mayores influencias en la vida de nuestros hijos serán sus amistades y modelos que imitar. ¿Cómo no orar por ello?


Stormie Ormatian
EL PODER DE LOS PADRES QUE ORAN

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