
La Familia… ¿Se Edifica?
¿Qué se necesita para edificar una buena familia? ¿Se necesita: intuición, habilidades, aptitudes, dones especiales? ¿Es necesario invertir en enormes libros, mucho dinero en terapeutas, largos tiempos de ayuno y oración? ¿Cuál es la fórmula secreta?
Porque todo ser humano quiere tener éxito, y parte de ese éxito es realizarse en su familia, que es su círculo más íntimo y más significativo. Por eso, en nuestra época de grandes y sorprendentes avances tecnológicos, el papel de las relaciones humanas y la familia como la unidad básica de la sociedad, demandan de una atención especial para la edificación de la vida individual, social y congregacional de las personas y la familia.
Señala la Biblia en Génesis 2:18 “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre este solo; le haré ayuda idónea”.
El primer sentimiento que registra la raza humana es la soledad, la necesidad de confraternizar, de dar y recibir afecto, de gozar de la contención de otro ser humano. La solución divina fue crear el matrimonio, la familia, como un acto de su amor y misericordia. Esa fue la respuesta inmediata!
Al presentarlos Dios en el Edén, Adán exclama en el versículo 23 “… esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne…”
Este texto revela la intimidad y la cercanía que existe entre las personas que conforman el inicio de la familia: dos individuos sin ningún nexo sanguíneo los cuales a través de un pacto vitalicio, se constituyen familia delante de Dios.
La familia, requiere de una intervención integral para vencer los embates a los que se ve expuesta, tales como: el divorcio, la agresión en sus diferentes patologías, las enfermedades mentales y físicas, la drogadicción, la prostitución y otros tantos males que la aquejan y desestabilizan.
En estos tiempos de la post modernidad uno de los mayores enemigos de la familia es la pérdida de la espiritualidad para dar lugar al materialismo, el ateísmo, la permisividad que solo ha generado individuos faltos de identidad y contención. Sobre todos estos males está el haber abandonado a Dios como el único que puede mantener la unión, y el único que puede iniciar un proceso de restauración en el individuo mismo y por ende en la familia.
Por eso es necesario crear conciencia del valor de ésta, para fortalecer la sociedad en la transmisión de los más altos valores espirituales en los que la familia debe formarse y del rol trascendente a nivel de congregación que ejerce la Iglesia.
Los líderes de una congregación, ocupan un sitial privilegiado para trabajar por la salud integral de las familias; tienen acceso a varias generaciones a la vez. Inclusive, podemos decir, que en ciertos casos, se consigue más por la salud de la familia, cuando se trabaja a través de la congregación, que de manera individual.
Por lo tanto, debemos tener en consideración los siguientes aspectos:
Los líderes de una congregación, tiene a su disposición la confianza, dentro del marco general de la familia, para atenderla aún por generaciones y provocar en ella cambios saludables.
El líder, debe ser el más interesado en la salud integral de las familias. Y ya que la iglesia no es inmune a conflictos, se hace necesario un Ministerio que nos integre como familia, que oriente y realice una labor preventiva al ofrecer modelos familiares sanos para enfrentar las vicisitudes de la vida bajo las verdades Bíblicas, porque la sabiduría necesaria esta contenida en el temor a Dios y en la sabiduría de su Palabra.
Todo ser humano debe comprender que “…Con sabiduría se construye la casa; con inteligencia se echan los cimientos. Con buen juicio se llenan sus cuartos de bellos y extraordinarios tesoros…“ Proverbios 24:3 y 4 (N.V.I.)
Por esta razón, debemos buscar consejos y orientación basados en la Palabra de Dios, para aplicarlos y así consolidar nuestras familias.
Un objetivo colateral, es motivar a los líderes a fortalecer sus propias familias y ser ellos instrumento de apoyo a través de sus testimonios permanentes. De esta forma cumpliremos nuestro papel como entes de cambio a todo nivel dentro de las congregaciones.
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